El Santo Rosario y la batalla de Lepanto


A lo largo de la historia, los cristianos católicos han buscado la intercesión de la Santísima Virgen en todo tipo de situaciones. La reconocemos en tiempos de alegría y felicidad, y le pedimos ayuda en tiempos de adversidad. ¿Cuántos de nosotros nos hemos dirigido a ella y rezado el Ave María cuando nos enfrentamos a dificultades, catástrofes, desastres? ¿Cuántos soldados en el fragor del combate han implorado su ayuda? Cuando no podemos pensar en otra oración, decimos un Ave María. ¿Cuántas de nuestras penitencias después de la confesión incluyen un Ave María? El Papa León XIII dijo de ella: “… y dado que la mayor alegría de María es brindar su ayuda y evaluación a quienes la invocan, no hay razón para dudar no solo de que ella desea responder a las oraciones de la Iglesia universal, sino también de que ella está ansiosa por hacerlo “.

En el siglo XVI, una fuerza musulmana fuerte y agresiva estaba preparada para conquistar el continente europeo. Su objetivo era acabar y exterminar el cristianismo, “colocar una media luna encima de San Pedro y un turbante en la cabeza del Papa”. En respuesta, los cristianos se unieron, se volvieron hacia María, invocaron el Rosario y se salvaron cuando Dios les dio la victoria en una de las batallas navales más famosas de la historia. La batalla tuvo lugar cerca de la costa de Grecia en un lugar conocido como Lepanto; era el año 1571. Las fuerzas opuestas eran una armada turca otomana fuerte, bien entrenada y experimentada, dirigida por Ali Pasha y una flota cristiana poco conectada llamada Liga Santa, dirigida por un español llamado Don Juan de Austria y el almirante Marcantonio Colonna. La sangrienta batalla que siguió afectaría el curso de la historia, que fue favorable al cristianismo, y gracias a ella Europa es lo que es, con fuertes raíces cristianas en su origen.

Tercios Viejos: Batalla de Lepanto

En 1569, el Papa Pío V emitió la bula papal Consueverunt Romani Pontifices, por la que se establecía oficialmente la devoción al Rosario en la Iglesia Católica. Esta bula estableció un estándar de tres series de misterios: Misterios Gozosos, Dolorosos y Gloriosos. En el año 2002 (casi quinientos años después), el Papa San Juan Pablo II incorporó al Rosario los Misterios Luminosos.

Mientras se avecinaba la batalla naval entre cristianos y turcos, el Papa Pío V pidió a los cristianos de toda Europa que rezaran el Rosario, buscando la intercesión de la Santísima Madre de Dios con su Hijo, por una victoria cristiana. El Papa también ordenó a las Iglesias que llevaran a cabo períodos continuos de adoración eucarística. Instó a las Cofradías del Rosario en Roma a realizar procesiones durante las cuales se rezó el Rosario. Los fieles de toda Europa rezaron fervientemente, al mismo tiempo, por el mismo propósito: salvar el cristianismo de la amenaza musulmana. Todos los soldados y marineros cristianos a bordo de los barcos cristianos rezaron el Rosario en la víspera de la batalla y habían recibido la Eucaristía antes de zarpar.

La batalla de Lepanto, Siglo XVI. Pintura de la colección of Staatliche Museen, Berlin. Artist : Anonymous. (Photo by Fine Art Images/Heritage Images/Getty Images)

Existen muchas similitudes entre aquellos tiempos y los actuales, sobre todo en el campo espiritual. Cuando comenzó el reinado del Papa Pío V, el mundo cristiano estaba sumido en el caos. Alemania estaba seriamente amenazada por la reforma protestante; en Francia los hugonotes luchaban contra los cristianos e Inglaterra rechazaba el catolicismo. El Concilio de Trento (1545-63), que se acababa de celebrar, instaba al Papa a implementar muchas decisiones tomadas en ese concilio ecuménico (incluido un Misal Romano revisado, un breviario y un catecismo). Si bien Pío asumió todos estos desafíos, tuvo la sabiduría dada por Dios para reconocer a los turcos otomanos como la mayor preocupación de la época, y supo enfrentar el desafío, con éxito, con el rezo del Santo Rosario.

Desde un punto de vista histórico, la batalla de Lepanto fue fruto de una serie de decisiones políticas y religiosas, que cambió el rumbo de nuestro destino como continente. Seguidamente se adjunta unas páginas del libro “Historia de España y de la Civilización Española”, por Rafael Altamira y Crevea, del año 1906, que relatan de forma objetiva y aséptica del espíritu religioso, aquel evento.